De paseo por Peñalara

El 20 de enero, muchos de los municipios de la Comunidad de Madrid, entre ellos, Rascafría se visten de fiesta para celebrar el día de San Sebastián. En este pueblo, el anfitrión es el barrio de los Cascajales, donde puede disfrutarse de un almuerzo y un encierro de vaquillas.

Pero Rascafría no se queda sólo en la fiesta. Este pequeño municipio madrileño ofrece un entorno natural privilegiado. Los paseos por el parque natural de Peñalara, recorriendo el camino peatonal que va desde el pueblo hasta el Monasterio del Paular, devolverán la calma al visitante.

Los caminantes mejor entrenados pueden optar por la ruta que remonta una de las sendas más antiguas de la Sierra de Guadarrama, de 17 kilómetros de recorrido, que comunica el Monasterio del Paular con los jardines y el Palacio del Real Sitio de la Granja de San Ildefonso por el Puerto del Reventón. A lo largo de este recorrido, aún se pueden encontrar restos de la Guerra Civil, como trincheras, bastiones y parapetos y, removiendo la tierra, pueden aparecer metrallas y latas de conserva oxidadas.

Otra opción es atravesar las Arroturas para adentrar en el robledal de los Horcajuelos, donde se divisa un maravillosa panorámica del Monasterio y las Sociedad Belga de los Pinares del Paular.

El Carro del Diablo
Precisamente, este último recorrido nos lleva a una de las leyendas del pueblo de Rascafría, que fabula con la hija del sacristán de Segovia, quien vendió su alma al diablo a cambio de no tener que bajar todos los días a por agua. Para ello, el diablo debía construir un acueducto en una sola noche, pero, cuando estaba transportando la última piedra, le sorprendió el amanecer y quedó petrificado, constituyendo una mole de granito, conocida como el Carro del Diablo, y a la que se accede desde el camino de las Eras.

Otra de sus leyendas nos trae de vuelta al centro del pueblo. Allí, Fernando Delgado Sanz, el famoso bandolero más conocido como Tuerto Pirón, se convertía en el Robin Hood español. Robaba a los ricos, asaltaba iglesias y caminos y después repartía lo acumulado entre los más necesitados. Actuaba siempre por la noche y, durante el día, se ocultaba en el hueco del olmo tricentenario que se situaba en la Plaza de España, en el centro del pueblo. Aún en el año 2000 era posible ver este impresionante olmo de 14 metros de altura, que durante tres siglos supuso el centro de la actividad de Rascafría; pero aquel invierno –el 14 de enero-, cayó abatido por el peso de la nieve.

Ya en el pueblo, es posible deleitarse con la arquitectura serrana de sus casas, de las que sobresalen grandes chimeneas de forma rectangular. Frente a la Plaza de la Villa se alza el Ayuntamiento de estilo neomudéjar. Construido a principios del siglo XX sobre las ruinas de la anterior Casa Consistorial, ha tenido diversos usos a los largo de la historia, desde escuela a clínica sanitaria.

También en la Plaza de la Villa, llama la atención otro edificio singular, la Casa Vasca. Al parecer fue la antigua Casa de Postas, construida en 1726 según reza en el dintel de una de sus ventanas. En la actualidad es un taller de artesanía.

La iglesia de San Andrés Apóstol, con capiteles del siglo XVI y una pila renancentista, también merece una visita. Detrás del templo aún se conserva una casona singular del siglo XVI que fue pabellón de caza de los Trastamara y primera residencia de cartujos hasta que concluyó la construcción del Paular.

El famoso Monasterio de Santa María de El Paular, a dos kilómetros del casco urbano, fue, durante varios siglos, el centro de la vida económica del valle y merecedor de privilegios especiales. Y es que con el papel de su molino de los Batanes se editó la primera parte del Quijote y con su piscifactoría se proveía la mesa de los reyes.

Fuera del límite urbano aún debemos recorrer otra iglesia, en este caso en Oteruelo del Valle. Aunque antiguamente fue un pueblo más grande que Pinilla o Alameda del Valle, en 1975 se anexionó a Rascafría, formando los dos un solo Ayuntamiento situado en este último. Aquí encontramos una recogida iglesia dedicada a Nuestra Señora de la Paz.

La guinda
Los amantes del arte culinario tienen otra cita con los platos típicos del lugar. Los restaurantes, mesones y bares rascafrienses ofrecen una gastronomía tradicional y una nueva gastronomía desarrolladas a partir de los productos de la zona: carne vacuna con denominación de origen, cordero, cabrito, la caza, las truchas, las judías y las setas, compitiendo en buen gusto, creatividad e inmejorable calidad en asados, guisos y repostería.

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